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Los Herederos

25/8/2020

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Para Pachita, a quien divierten estas historias. Recupérate pronto y vuélveme a leer. 
​

​Hay una espina que me molesta, que me molesta mucho. Como las cosas afiladas que se clavan y duelen, la tengo enterrada hace un tiempo y confieso que me causa un poquito de vergüenza porque en ella se reflejan mis inseguridades y mis miedos.  La analizo seguido, preguntándome por qué me molesta tanto, por qué me talla el zapato y me jode el paso. 
Mi molestia son los herederos; la gente que vino a la vida con malla de contención. Los que saben que pase lo que pase, no se reventarán contra el suelo dejando un reguero de sesos y de sangre. Los que trabajan por hobby o, peor, los que no saben a qué huele un trabajo. En mis confrontaciones personales reconozco que siento envida porque son todo lo que no soy y lo que nunca seré.

Sé de sus historias. Las cercanas y las lejanas. Yo, por ejemplo, tengo unos primos que vinieron a la vida a vacaciones. A los 18 tuvieron carro y a los 30 apartamento propio. No han trabajado un solo día de su vida o, digamos, han jugado a trabajar y todavía les falta heredar la buena porción de propiedades, rentas, lotes y joyas que atesora su papá.  Creo que todavía reciben mesada y han viajado por el mundo entero. 

También tuve un novio heredero. Un niño rico y consentido que trabajaba y era responsable pero que dormía profundo sobre las cientos de hectáreas de tierra que le esperarían adelante. Vivía la vida sin demasiado esfuerzo y haciendo pasitos de baile en un estado de dicha y relax francamente envidiables.

Hoy, con el entendimiento que da el tiempo, sé que esta diferencia - su evidente patrimonio frente a mi infecundo legado- fue siempre un obstáculo insalvable. El heredero prefiere heredero. Necesita aumentar la sucesión y pasarla de forma segura. Por eso es que hace menos de 200 años los matrimonios eran de conveniencia y de cuentas, y no de amor.

A mí el asunto no deja de revolverme la tripa. Me chocan, por ejemplo, esos herederos cuyos padres les regalaron su primer apartamento o al menos la cuota inicial. Los que pudieron estudiar sus maestrías sin tener que deberlas. Los que viven de la renta y de las cuotas y se mantienen ocupadísimos entre las clases de pilates y las órdenes a las empleadas.  

También sé que para ser heredero hay que pagar un precio muy alto. Los herederos nos son realmente libres porque si hay un yugo que condena y pesa es el dinero. Tienen que complacer mucho, hacer mucha reverencia y, tantísimas veces, comerse un montón de mierda de a cucharitas de té.

Los herederos callan y se agachan, se abstienen de dar portazos o de alzar la voz. Caminan sobre cáscaras de huevo y ceden gran parte de su independencia y autonomía a las opiniones y juicios de los forjadores de la fortuna. 

Los herederos están condenados a caminar en la sombra. A ser sombra. Nunca podrán levantar muros o cantar independencia. Son, también, más amantes del dinero, los atormentan los saldos del banco y cuentan y recuentan los pesos en una letanía incansable.  A menudo, terminan en peleas profundas y dolorosas con sus hermanos, sacándose los ojos por la herencia y la plata.    

Estas circunstancias están magistralmente expuestas en Succession, una de las mejores series de HBO. En ella un magnate de los medios viviendo sus últimos días se encarga de aferrarse al poder y al estatus cacheteando a su descendencia y chantajeándolos con la herencia. Roto está el padre, rota la madre y rotos los hijos. Un juego de marionetas que no encuentra paz ni con los lujos, ni con las drogas.

De alguna manera Nico y yo también somos herederos. Herederos de bendiciones, que es lo único que nuestros padres nos han podido heredar en abundancia. Nos dieron un buen colegio y una buena universidad y luego dos palmaditas en la espalda y un ahí te ves. No porque no quisieron, sino porque no pudieron.

Esto no es recriminación ni ingratitud. Por el contrario, como no-herederos hemos valorado tanto lo recibido que hemos hecho de ello, con mucha cabeza y mucho esfuerzo, lo mejor que hemos podido. También esto nos ha unido y nos ha ayudado a conformar un equipo sólido y coordinado. Somos dos jamaiquinos haciendo bobsled.

​Tal vez lo mejor sea no ser heredero ni dejar herencias. Hay mucha libertad en saber que lo de uno, poco o mucho, proviene del propio esfuerzo y como tal puede ser usado como se venga en gana. Fundar en la vida misma un país independiente, con reglas, himnos y credos impermeables a las herencias.

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